¿Por qué viajar nos hace Bien?

Los viajes son únicos; son irrepetibles para cada persona que lo vive, que lo experimenta.

Cuando viajas no solo recorres lugares. Bellos paisajes, ciudades con sus realidades. La manera en que se vive, las distintas formas de hacer las cosas.

Las comidas típicas, que a nuestro paladar le cuesta descifrar; los acentos al hablar, palabras nuevas que son diferentes a lo que nuestros oídos se acostumbraron a escuchar.

Esos cambios son los que nos hacen reflexionar, pensar, repensar en nuestra cotidianidad, en nuestras elecciones, en el bien y el mal.

Cuestionarnos los valores que nos enseñaron de pequeños, que seguimos de grandes y que conservaremos de por vida.

Por qué viajamos? Por qué los jóvenes queremos huir por un instante de nuestra realidad hacia otra quizás diferente pero a la vez tan similar?

Viajando por Sudamérica, reconocí esta tendencia (casi moda) de los argentinos de querer explorar nuevos caminos. Extensos grupos de adolescentes divirtiendo sus vidas entre malabares y pulseritas. La mayoría de ellos con sus mochilas cargadas de vaya a saber qué.

Lo lindo de viajar es socializar. Pero no con tus compatriotas, sino con la gente local, que se maravilla al ver que vos elegiste su lugar para tomarte unas vacaciones. Que sos feliz con ese paisaje que ellos ven desde hace años. Y lo ven como algo natural, sin tanto encanto como cuando uno abre los ojos y despierta en ese paraíso terrenal.

Agradezco haber viajado y conocer tan linda gente.  La primer persona fue Raúl y su familia; dueño de un camping en Máncora, Perú. Un lugar para los amantes del surf y del mar con olas. Playa, mar del pacífico, agua fría y revoltosa. Como no soy amante de las barrenadas, preferí tomar sol todo el tiempo que pude.

En Ecuador conocí a Jaime y su familia. Gente de campo, granjeros, trabajadores de la tierra. En un pueblito muy pequeño, a pocos kilómetros de Ambato, se encuentra Cevallos. Asombrada por las labores de los locales; cosechaban alverjas y tomates con sus propias manos. Luego de la recolección ya en las bolsas, iban directo al mercado para ser ofrecidas por su propio dueño, cosechador.
Carlitos, otro ecuatoriano bien buena onda, con un hostel en el medio del campo y una hamburguesería en plena locura de la ciudad. Gracias Carlitos por las salchipapas que tanto gusto me dio probar. !!!!! Plato típico en todo Ecuador.!!!!

En Colombia, cuánta gente parcera!!!!! Parcero: copado, buena onda, amigo, hermano!
En Medellín ni que hablar!!! Cata, hermosa mujer! Luchadora, valiente. Con ella entendí la idiosincrasia de los colombianos. El dolor que quizás tienen que atravesar por toda la historia que traen sus vidas. Los prejuicios que hay para con el pueblo colombiano en todo el mundo y entre ellos también. Wilson, un parcero con historia, emprendedor y luchador también. (esposo de Cata)
Tomín y Roldi, Memo el mexicano, John el viejo loco, Lore la muchachita pulposa. Qué mas? Gente deliciosa como dicen ellos.

Al norte del país, en el caribe colombiano, a 15 km de Santa Marta, Minca, el lugar de mis sueños. Tuve que llegar hasta la otra punta del continente para deleitar mis ojos con esas vistas paradisíacas. La selva, la vegetación, los olores, los verdes, la tranquilidad de la vida, la lluvia todas las siestas, el mar de fondo, allá a lo lejos. Entre las comunidades indígenas que todavía habitan la Sierra Nevada, las motos que te llevan hasta la cumbre, cubierta de neblina, húmeda y cálida a la vez.
Los mejores recuerdos del brujo de Minca. En el camino nos vimos, lluvia de por medio, escalera al cielo. Se funde mi pierna por el peso y cansancio del viaje.
Subo hacia lo desconocido.
Eso que después terminó siendo para mi,
el paraíso que jamás volví a ver.










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